EDICIONES LUMBRERA


Introducción General

 

Ediciones Lumbrera

Federación de Asociaciones Bautistas de Costa Rica

 

Material de Escuela Dominical para tres edades: preescolar, escolar, joven-adulto

Cuatro series de un año cada una:

            Somos una familia

            Fe en Acción

            Iglesia y Misión

            Seamos Pacificadores


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OTRO ARTÍCULO INTERESANTE




FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES BAUTISTAS DE COSTA RICA

 CAPACITACIÓN PARA GRUPOS DE MISIONES

RESÚMENES DE LECTURAS Y PRESENTACIONES EN POWER POINT


Revdo. Johnny Saborío C.


Primer resumen de lectura.

UN ACERCAMIENTO AL   CONCEPTO  MISIÓN (aspectos introductorios

David  J. Bosch.  Misión en Transformación, Desafío, Michigan, 2000.

Este primer resumen sigue, en términos generales, algunos de los pensamientos e informaciones expresados en la introducción del libro. Con el lógico respeto a la tesis del autor, intercalo en el escrito algunos pensamientos de mi sesgo interpretativo.

El uso de la palabra “misión” ha experimentado en los últimos 50 años  una sucesión de cambios en su significado.  En la década de los cincuenta  el concepto “misión” calificaba a ciertos aspectos propios del quehacer misionero tradicional y expansivo como:              a. Enviar misioneros a un lugar previamente asignado por parte de una iglesia o agencia determinada, b. Las acciones o incursiones de los enviados en el campo de trabajo, c. El espacio geográfico concreto en donde se desarrollaba la actividad misionera, d. Una congregación pequeña en donde el conocimiento de la Biblia era incipiente y que mantenía una dependencia de una iglesia madre, e. Actividades promocionales y proselitistas realizada por grupos determinados para comunicar las Buenas Nuevas a los no creyentes y cultivar la fe de los ya alcanzados, f. El preámbulo congregacional para el establecimiento de una iglesia tradicional; entre otros conceptos similares.

Antes de toda esta elaboración de conceptos, salidos básicamente del proselitismo colonial de las iglesias o denominaciones tradicionales, tanto en Europa como en Estados Unidos, la “misión” se entendía como la acción de Dios en el mundo a través de las manifestaciones del misterio trinitario. Un Dios creador, Un hijo enviado para salvar al mundo y la acción permanente del Espíritu Santo en la confirmación de los creyentes.

La identificación u homologación de la Misión de Dios con los conceptos teológicos e intereses religioso-expansionistas de las iglesias tradicionales occidentales, lejos de promover los valores del Reino de Dios en el mundo, crearon comunidades de trasplante que, asumieron una vivencia  religiosa exógena y la elevaron por encima de la experiencia cultural y religiosa de los pueblos alcanzados.  En esta visión religiosa, el bienestar era el sinónimo de la presencia y bendición de Dios. Era una mentalidad triunfalista que se caracterizaba por echar fuera la enfermedad, la pobreza, la maledicencia y aprender la docilidad y la obediencia a las autoridades superiores, en especial las que representan el colonialismo, porque éstas “representan a Dios”.  Surge a su vez, una demonología bifacial, por decirlo de alguna manera. En una de sus facetas, la religiosa, toma dimensiones trascendentes y se constituye en la causante de todos los males del ser humano.  En la otra, la política, se identifica con cualquier filosofía, ideología o forma de vida, que no provenga de la cuna  o elaboración teológico- religiosa europea o estadounidense.

Este concepto bifacial, indujo a la iglesia a pensar que la “crisis” elemento fundamental para dar a luz nuevos pensamientos, era algo malo que debía ser exorcizado de la vida del creyente. También creó la idea de que el conflicto era un enemigo de la comodidad y seguridad que la nueva fe traía consigo.

Este idea verticalista y etérea de la acción de Dios en el mundo entro a su vez en crisis por varias razones: 1. La confrontación indefectible con el avance de la ciencia y la tecnología. 2. El mundo occidental, otrora promotor del protestantismo y catolicismo tradicional, se cierne en una etapa de secularismo rampante y distanciamiento del cristianismo, que paulatinamente va convirtiendo los templos cristianos en museos para la historia. 3. El mundo se ha convertido en una aldea global en donde ya no se puede identificar un sector como cristiano y otro como no cristiano, y por lo tanto espacio para la “misión”. 4. Los signos de la justicia, aspecto fundamental de los valores del Reino de Dios, no se pueden identificar con claridad en el llamado mundo cristiano, lo que ha hecho perder autoridad al mensaje religioso tradicional. 5. La anterior teología normativa, proveniente de los imperios religiosos del primer mundo, ha sido desplazada por nuevas corrientes de pensamiento teológico, sino más efectivo para erradicar la injusticia, por lo menos más autóctono. 6. El desarrollo de otras religiones no cristianas, algunas algo exóticas que  proliferan por todos lados, tanto en Europa como en América. Todo esto parece hacer tambalear el otrora triunfalismo proselitista de algunos cristianos, obligándoles a aceptar, a regañadientes, que no se puede pretender encasillar a Dios en proyectos humanos o sesgados conceptos de “misión”.

 

Razones motivacionales para la misión.

D. Bosch, haciendo referencia a otros autores, además de su propio pensamiento, menciona que la  misionología, tanto en el ámbito católico como protestante, ha  incado sus bases en dos fundamentos: el “sobrenatural” y el “natural” (págs. 19-21).

El sobrenatural se fundamenta en la “Gran comisión” (Mat. 18:18-20) y en la naturaleza monoteísta de la fe cristiana.

El natural se fundamenta en cuatro aspectos.                                                          

a. El carácter absoluto y presunción de superioridad de la religión cristiana respecto de las otras religiones.

b. La aceptabilidad y adaptabilidad del cristianismo a todas las culturas y a cualquier condición.

c. Los mejores logros realizados por las misiones cristianas en los “campos de misión”

d. La fortaleza del cristianismo a lo largo de la historia con respecto a otras religiones.

Por otro lado, algunos de los esfuerzos misioneros ensayados a lo largo de los últimos 50 años, han tenido motivaciones posiblemente sinceras pero fallidas en su intencionalidad, siendo algunas de éstas:

Ø  El motivo imperialista (convertir a los nativos en sujetos dóciles a las autoridades coloniales.

Ø  El motivo cultural (la misión como la transferencia de la supuesta cultura superior del misionero).

Ø  El motivo romántico (El deseo de encontrarse en un país lejano, rodeado de personas exóticas).

Ø  El motivo de colonialismo eclesiástico (El impulso de exportar una confesión religiosa y una determinada eclesiología a otros territorios).

Ø  El motivo de la conversión enfatizando la decisión personal e individual por Jesucristo, creando un sentimiento de espiritualidad que reduce la fe a un concepto de conversión trascendente.

Ø  El motivo escatológico, que direcciona al creyente a la idea de un reino futuro, lo cual produce en el creyente un sentimiento de isla con respecto a la realidad.

Ø  El motivo de la fundación de iglesias (church planting) que reduce el reino a la comunidad de creyentes y pretende negar su accionar fuera de ella.

Ø  El motivo filantrópico que produce en la comunidad de fe la idea de que es ella la que tiene que implantar la justicia bajo sus criterios, corriendo el riesgo de confundir a la iglesia con el reino de Dios.

El mundo de la década de los noventa, contrariamente a las expectativas de los congresos misioneros de Edimburgo (1910), es más pluriverso Las intenciones de las agencias misioneras  creían posible la cristianización de la sociedad a través del mensaje evangélico y su correspondiente triunfo sobre la pobreza e injusticia social, (Bosch, 23). Más aún, el congreso de Panamá (1916) consideró a América Latina como un campo de misión que había que arrebatarle al catolicismo romano, e instaurar una influencia evangélica que se creía mejoraría la condición de los pueblos autóctonos y de la sociedad en general en estas latitudes. Lo anterior nos obliga a una reflexión más profunda que, sin sub-apreciar lo pertinente de las concepciones misionológicas previas, tanto en el campo teológico como metodológico, se abra a nuevos horizontes.

Sin pretensiones mesiánicas absolutas, en América Latina paulatinamente fue emergiendo una nueva visión misionera, alimentada por las diversas revueltas sociales, que buscaban una mayor coherencia y promoción de la justicia. Esta nueva visión se resiste a ser identificada con los postulados misioneros tradicionales, que referenciaban a los creyentes a vivir la fe intramuros de sus templos. Aunque, en honor a la verdad, los edificios, en cuanto tales, no habían sido los causantes de la inoperancia de la fe cristiana para promover la justicia y la esperanza que se ensayaba en el discurso. Los templos son y eran solo centros de capacitación para la vida, no sinónimos del ser y quehacer de la iglesia.

Aceptando que el concepto de “Misión” no ha sido totalmente definido con claridad, sino interpretado, por las agencias misioneras en el marco de sus intereses, el autor, como corolario de su introducción, plantea  13 aspectos de la misión que hacen una buena contribución a la clarificación de sus implicaciones (págs. 24-279). En la redacción de estas definiciones, me tomo la libertad de interactuar un poco con los conceptos emitidos por el autor.   

1.  La fe cristiana es en esencia intrínsecamente misionera. En este sentido, es consonante con otras religiones e ideologías que consideran parte de su “ADN” la comunicación de su mensaje. En particular, la fe cristiana basa su motivación en la certeza de que Dios planeó, desde la eternidad, la salvación de toda la humanidad, motivo por el cual envió a su hijo Jesucristo.

2.  La misionología, como una rama o segmento de la llamada teología cristiana, procura un compromiso con la fe cristiana, por lo tanto no es una empresa neutral como tampoco puede ser instrumento de otras ideologías.

3.      La misión no puede ser encasillada en percepciones o conceptos unilaterales, con pretensiones definitorias. La intencionalidad de Dios en Jesucristo se escapa a todos los cánones de la interpretación humana.

4.      La misión expresa la relación de Dios con el mundo, comenzando por la historia de Israel como pueblo escogido de Dios, y perpetuándose en Jesucristo.

5.      No podemos utilizar la Biblia como un texto de absolutos que predefine y delinea indefectiblemente las relaciones entre Dios y la humanidad, en un marco de verticalidad inamovible. Dios interactúa con la creación entre el dinamismo de su amor y la problemática humana.

6.      La totalidad de la existencia cristiana debe caracterizarse como existencia misionera. La iglesia es misionera por su esencia y por la  universalidad del evangelio proclamado. En ese sentido, no debe pretender una vigencia universal basada en su accionar para ser reconocida universalmente. Como reza el adagio popular  “el perro no es perro porque ladra, ladra porque es perro”.

7.      La naturaleza misionera de la iglesia no se define por los alcances de un eventual proyecto misionero foráneo, ni por su activismo.  sino por su naturaleza intrínsecamente universal.

8.      Es esencial distinguir entre Misión (singular) y misiones (plural). La primera se refiere básicamente a la presencia de Dios en el mundo, o sea a la actividad de Dios en la iglesia y fuera de ella. La segunda califica mayormente a los modos, períodos, lugares, necesidades, etc. que la iglesia encara en su caminar misionero.

9.      La tarea misionera es muy amplia, profunda y es coherente con las exigencias y problemáticas inherentes a la vida humana. Los congresos celebrados a partir de los cincuenta formularon el concepto “toda la iglesia llevando todo el evangelio a todo el mundo”. Esta afirmación implica una unidad coherente en el accionar de la iglesia, necesaria para ser más creíble ante el mundo.

10.    La misión es el “sí” de Dios al mundo porque es en éste en donde él desarrolla su actividad. El amor y la atención de Dios se dirigen primordialmente al mundo y la misión consiste en “participar en el accionar de Dios en el mundo”. El sí de Dios al mundo implica su insoslayable inserción e inmersión en su injusticia, su opresión, su pobreza, su discriminación y su violencia. Si la iglesia pretende ser coherente y participar en la Misión de Dios en el mundo, no puede estar distante de la crisis que aqueja día a día a la humanidad. La sola intención de espiritualizar su mensaje y apartarse de la realidad humana la descalifica.

11.   La misión incluye la evangelización como una de sus dimensiones esenciales. A su vez, ésta es la proclamación concreta del la salvación en Cristo direccionada a la búsqueda de arrepentimiento, conversión, perdón de pecados y consecuente participación de los redimidos en la comunidad, para servir al mundo.

12.   La misión es también el “no” de Dios al mundo. Esto es la clarificación de los valores del Reino en contraposición con los valores del mundo. Si la presencia y participación de Dios en el mundo no excluye a la humanidad de la crisis, tampoco la iglesia se debe homologarse con el progreso en plano horizontal. El desafío de la iglesia en misión es la solidaridad con el que sufre, no la negación del sufrimiento; es dar de comer al hambriento, no negar la pobreza, es predicar la esperanza no abstenerse de la lucha. La iglesia debe, si pretende consonancia con el “no” de Dios al mundo, distinguirse de los movimientos que ven en el bienestar humano un fin en sí mismo.

13.   “La iglesia en misión” es señal y sacramento. Es señal en el sentido de ser indicador, símbolo, ejemplo y modelo; es sacramento en el sentido de ser mediación, representación, anticipación. Vive en una tensión creativa: a la vez que es llamada a salir del mundo, es  enviada al mundo. Es desafiada a actuar como el terreno experimental de Dios en el mundo, como fragmento del Reino de Dios, como primicia del Espíritu. (Rom. 8: 23; II Cor. 1:22).

El Antiguo Testamento descubre a un Dios en Misión

De la misma manera como La Misión no es una actividad creada por la iglesia, sino una actividad de Dios en el mundo en la cual la iglesia participa como invitada, en el Antiguo Testamento la mirada no debe estar en lo que es o hace el pueblo de Israel, sino en la acción o intención de Dios para con todas las naciones.

Antes de la articulación del discurso sobre lo que entendemos por “Misión” es fundamental descubrir cuál es la acción que pretendemos calificar y de quien proviene. En el Antiguo Testamento nos encontramos a un Israel que se entiende a sí misma  como el pueblo escogido de Dios, cual si fuera el único grupo humano de la creación por el cual Dios está preocupado. La nación de Israel crea, con el concepto de elección, la idea de que es ella y solo ella la responsable de llevar el conocimiento de Dios a las naciones vecinas. No obstante, si miramos la evidencia bíblica no encontramos ninguna  indicación  clara de que la salvación de Dios para el mundo descansara en los “hombros” de Israel. Contrariamente, se encuentran evidencias de que desde el principio es Dios quien estaba interesado en darse a conocer a todas las naciones de la tierra. (Isaías 2: 3-4)                  En ocasiones se toma al profeta Jonás como precursor de “La Misión”. Sin embargo, contrariamente a lo que caracteriza La Misión, que es llevar salvación y esperanza al mundo, Jonás no tenía ni la más mínima intención de que Nínive se salvara. Todo lo contrario, su esperanza estaba en que fuera totalmente destruida. Se concluye aquí, que el mensaje de Jonás no era de salvación sino de ruina. El contrasentido a la actitud necrómana asumida por Jonás es la misericordia, vehículo insoslayable en el quehacer misionero.  Por otro lado, la nación de Israel, bajo situación de desobediencia - lo cual era muy frecuente - no era exactamente el mejor ejemplo para ser precursora única de la Misión. Siendo así, lo que Israel debió siempre entender era que, por misericordia y designación divina, fue el objeto histórico de la elección, lo que debió provocar en ella sentimientos de gratitud no de vanagloria. Esa falsa concepción de pueblo privilegiado e intocable, hizo caer a la nación en un confort que a la postre fue el vehículo precursor de sus pecados (Isaías 29: 9-16).

“Así, en que la compasión de Yahvé se extiende a Israel y cruza sus fronteras gradualmente, queda claro que, en el análisis final, dios esta tan preocupado por las otras naciones como por Israel. Sobre la base de su fe, Israel puede llegar a dos conclusiones fundamentales: 1). Si el Dios verdadero se ha revelado a Israel, puede ser hallado únicamente en Israel; 2) dado que el Dios de Israel es el único Dios verdadero, también es el Dios del mundo entero. La primera conclusión enfatiza el aislamiento y la exclusión de Israel del resto de la humanidad; la segunda sugiere una apertura básica a la posibilidad de extenderse hacia otras naciones. Israel, sin embargo, no va a salir realmente a las naciones. Tampoco va a llamar a las naciones a la fe de Yahvé. Si vienen, es porque Dios las trae. Por lo tanto, si hay un misionero en el antiguo Testamento, el misionero es Dios mismo, y su obra escatológica, por excelencia es traer las naciones a Jerusalén para que lo adoren allí juntamente con el pueblo de su pacto”. Se concluye que: a. Las naciones están esperando a Yahvé y confiando en él (Isaías 51:5)  b. Su gloria será revelada a todas ellas (las naciones) (Isaías 40:5) c. Dios llama a personas desde todos los confines de la tierra para que le miren y sean salvas (Isaías 45:22) d.  El da a conocer a su siervo (Israel) como una luz para los gentiles (Isaías 42:6 y 49:6).  Esto nos demuestra que, si bien es cierto que Dios escogió a Israel para que fuera el objeto de su alianza, no estaba en su plan perfecto que ésta nación se embelesara de orgullo y se creyera poseedora y no sierva del proyecto misionero de Dios para el mundo. (Bosch (págs. 35-36).

El Nuevo Testamento reafirma la Misión de Dios en Jesucristo.

El concepto de universalidad, presente en el plan misionero de Dios en el Antiguo Testamento, se consolida en el ministerio de Jesús. Si bien es cierto que él mismo dijo que había venido primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat.23:37), su afirmación no era excluyente con respecto a los gentiles.  En el mensaje de Jesús se deja ver la disposición de Dios para bendecir y dar provisión a aquellos “otros” que, para  los judíos, no calificaban como merecedores de la gracia de Dios (Mat.5: 45 y 11:4-6). Mirando esta actitud en retrospectiva, Jesús reprende la dureza del corazón de los religiosos judíos con estas palabras:

“Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí.

La Reina del Sur se levantará con esta generación en el juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y mirad, algo más grande que Salomón está aquí” (Mat.12:41-43)

 

 

Uno de los mejores ejemplos es el centurión de Capernaúm, de quien Jesús hablo con admiración: “les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre” (Mat.8:10). De igual manera, la fe de una mujer cananea lo instó a exclamar: “ ¡Mujer, qué grande es tu fe! (Mat.15:28 a). En este contexto, no resulta extraño leer que los gentiles son los invitados suplentes al banquete escatológico. Vendrá gente del este y del oeste, del norte y del sur para sentarse a la mesa, mientras los “hijos del Reino” serán echados fuera (Mat.8:11-13, Luc.13:28-30). Bosch, pág. 49.

                         

El ministerio misionero de Jesús ha sido puesto en entredicho por algunos eruditos, bajo la consigna de que si ya es difícil corroborar la realidad del Jesús Histórico, mucho más lo es la certeza de su genuino mensaje. No obstante Bosch menciona que otros estudiosos más actuales están dispuestos a admitir que las bases para la misión hacia los gentiles fueron puestas por Jesús en su ministerio y predicación (Mat. 21:31, Luc. 15:1s) (pág.50). Hoy la iglesia debe sentirse misionera en tanto que se sabe partícipe, no rectora, de la Misión de Dios en el mundo. Participar en la Misión no es una alternativa para la iglesia, es su misma razón de ser y su forma natural de identificarse con el proyecto de Dios.      No es bajo los parámetros teológicos y metodológicos de la Iglesia que se realiza la Misión, cual si fuera algo que proviene de sí misma; se hace la Misión cuando somos capaces como iglesia de sentir compasión - como Jesús lo hizo - por un mundo lleno de ovejas sin pastor, pero que también son rebaño de Dios. La iglesia hace Misión cuando sirve al mundo, bajo la consigna de que ella ha sido primeramente sujeto del amor de Dios y como efecto colateral, promotora de su gracia.

Segundo resumen de lectura

SALIR  AL ENCUENTRO CON EL MUNDO

J.G. Davies, Dialogo con el Mundo. La Aurora, Buenos Aires, 1967.

Una iglesia que mira hacia “arriba”

La iglesia parece estar sumida en una relación con Dios vertical que no le permite mirar el campo en donde ha sido puesta como sierva. Mientras las iglesias, en algunos sectores, dicen estar creciendo y se constituyen en mega iglesias multitudinarias, parece que a su vez la maldad del mundo le está ganando la partida.  El efecto concreto de ese crecimiento que debería traducirse en una mayor influencia cristiana en la sociedad civil, no se percibe con claridad y tampoco la instauración de los valores del reino de Dios en ella. El Dr. Davis señala que si la iglesia pretende entablar un diálogo vivo con el mundo, debe romper con los moldes viejos y desgastados que han caracterizado la poca producción de cambios concretos en la sociedad.

Un sector de la iglesia parece estar entregada a un monólogo, que se articula en su sistema de adoración y proclamación, y éste, lejos de producir frutos de justicia, deja ver su inoperante y etérea religiosidad. La iglesia debe re-direccionar sus objetivos y abandonar la subyacente tendencia escucharse a sí misma, desoyendo así las voces que brotan desde los diferentes segmentos de una sociedad que se distancia cada vez más de Dios y que parece no estar encontrando en la fe un adecuado vehículo de liberación.

La primacía de Dios en La Misión

En el primer capítulo del libro, el autor encara el tema tocado en la primera lectura, relacionado con la primacía de Dios en el desarrollo de su Misión en el mundo. Presenta a un Dios que desde la creación se encuentra totalmente involucrado en el devenir de su pueblo, y en la forma en que éste lo percibe como su Dios y se percibe asimismo como su pueblo.

Él llama a Abrahán desde Ur de los Caldeos; él liberta a los israelitas de Egipto; los guía a la tierra prometida; les habla por medio de los profetas; convoca a las naciones distantes para castigar a su pueblo recalcitrante; los asirios son la vara de su ira, los babilonios un instrumento de su cólera. En Jesús de Nazaret entra en el mundo de los hombres para recrearlo; por medio de su Espíritu Santo dirige y guía a aquellos que ha llamado para ejecutar sus propósitos. Y tampoco ha dejado de actuar después del final de la era bíblica, como si, agotado por los trabajos relatados en las Escrituras hubiera determinado dejar librada a la humanidad a sus propias capacidades” (Davis, pág 9).

En la Biblia Dios se presenta siempre como el que envía, solo que su envío trasciende las expectativas reduccionistas de Israel que pensaba que el interés de Dios comenzaba y terminaba con ellos como su pueblo escogido. Dios es el que, en relación específica con ellos: envía ayuda (Salmo 20:2; envía pestilencia (Ez. 14:19); envía temor (Ex. 20:27); envía espada (Jer. 9:16; envía redención (Sal. 11:9).

Más allá de la casa de Israel

Ya en la dinámica del Nuevo Testamento Dios envía a su hijo Jesucristo y  ¡sorpresa!,      aunque en el llamado y envío a los discípulos pone como acto primero la casa de Israel,  se interesa en la salvación de los gentiles, haciendo de ésta, un espacio más de su acción salvadora (Luc. 2:32, Luc. 7:9). Más aún se atreve a poner la misericordia de un samaritano como ejemplo de solidaridad y servicio – aspectos fundamentales de La Misión (Luc. 10: 33-37). Para Pedro fue una gran sorpresa descubrir una acción del Espíritu Santo en un ámbito netamente gentil, impensado dentro de los cánones religiosos judíos (Hechos 11:15). Desde esta perspectiva, participar de La Misión es estar en donde y con quienes se está realizando la acción de Dios, independientemente de lo que, desde nuestros prejuicios, pensamos acerca de las personas sobre las cuales está actuando Dios. El shalom de Dios es el establecimiento de una paz con justicia que no tiene fronteras en su onda expansiva (Ef. 2:11-17).

Shalom es un acontecimiento social, algo que sucede en las relaciones interpersonales. Por consiguiente, nunca puede ser reducida a una fórmula simple: tiene que ser desarrollada en situaciones reales. La meta de la actividad de Dios, es decir, el fin último de su Misión es el establecimiento del Shalom, y esto implica la realización plena de las potencialidades de la creación y su reconciliación y unidad final en Cristo. (Davis, pág. 15)

El gran desafío de una misión reconciliadora reside en sus implicaciones. La primera de ellas es el “exorcismo” de todo el andamiaje de prejuicios que tenemos en relación con aquel segmento de la sociedad, al que comúnmente señalamos con epítetos como:  impíos, inconversos o mundanos. El imperativo del amor, elemento fundamental en la actividad de Dios en el mundo, implica un compromiso que podría traer consigo algunos grados importantes de sufrimiento, sentimiento al que, implícitamente, deseamos erradicar de nuestra experiencia vivencial. Es posible que debamos aprender a emular a Pablo cuando declaraba: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia…(Col.1:24).

Las obras que sí importan

Ahora bien, volvemos de nuevo a recalcar que no estamos hablando de un activismo congregacional proselitista, sino de un involucramiento profundo en la actividad de Dios en el mundo. Jesús fue ejemplo de ello cuando los discípulos de Juan le preguntaron acerca de su actividad. La respuesta de Jesús no fue argumentativa sino fehaciente, con respecto a lo que estaba ocurriendo con los débiles de la sociedad y desahuciados de la religión:

“ … Id, hacer saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan,      los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio” (S. Lucas 7:22).

La argumentación de Jesús no era una verborragia de razones, era una demostración del poder liberador de Dios. El evento del amor, implícito en La Misión es concreto en relación al aprovechamiento de los resultados y el consecuente nacimiento y desarrollo de la fe.    Un adagio popular español reza: “hechos son amores y no buenas razones”

La presencia de la Misión se reconoce en obras concretas no en discursos teóricos, por mejor intencionados que estos sean. Cuando las palabras de Jesús fueron cuestionadas por sus interlocutores éste replicó: “aunque no me creáis a mí, creed a las obras” (S. Juan 10:38). Jesús constantemente interpelaba a sus adversarios diciendo: “las obras que yo hago dan testimonio de mí” (Juan5:33).   Un gran sector del cristianismo entiende a la iglesia como un organismo mediatizador insoslayable de Dios ante el mundo. No obstante, como hemos podido ver, Dios no requiere necesariamente de la iglesia para tratar con el mundo, es la iglesia la que requiere de Dios para hacer su puente misional con éste (Isaías 45:1-7) Ciro como instrumento de Dios.

Es así, como se deja ver que la preocupación primordial de Dios es el mundo, por eso  en el Antiguo Pacto escogió a Israel para que fuera partícipe con él de su proyecto. En el Nuevo Pacto escogió a la iglesia para que igualmente participara con él del mismo. De esa manera, si esquematizáramos la fórmula, la secuencia sería – Dios - mundo- Israel – y en el Nuevo testamento – Dios – mundo- iglesia. Si la fórmula fuera  – Dios iglesia- mundo- poniendo a la iglesia como mediatizadora de su gracia, estaríamos ante una pregunta inminente ¿Si la iglesia no cumple, la acción de Dios cesa en el mundo? La respuesta es un no radical, la Misión sigue siendo un asunto de Dios, si la iglesia claudica, Dios tiene otras formas para hacer conocer su amor al mundo (Luc. 19: 39-40). 

 

“En épocas pasadas la iglesia era considerada como el Arca, el Arca de Noé, navegando peligrosamente en los turbulentos mares de esta mundo; fuera de la seguridad de esa nave, la humanidad marcha hacia la destrucción, y la única salvación esta en ser arrancada de los profundo y puesta a salvo en la nave eclesiástica. Se le comparaba también con un campamento armado, y a los cristianos como miembros de las huestes del Señor de los ejércitos puestos en medio de enemigos activos. De tanto en tanto los soldados cristianos salen de sus empalizadas para capturar a todos los que puedan arrancándolos del ambiente hostil.” (Davis pág. 23).

Visto de esa manera, la iglesia es entendida como una entidad completamente divorciada del mundo, al que asegura no pertenecer, y al cual señala como perdido, hostil, irreverente, y totalmente ajeno a Dios. El elemento de fondo es que la iglesia da por sentado que Dios está del lado de ella y distante del mundo. Una porción de un discurso de Abrahan Lincoln dirigido a un auditorio de ciudadanos estadounidenses que se de- nominaban cristianos confesantes reza “… Nunca digáis que Dios está de nuestro lado; rogad más bien para que nosotros seamos hallados al lado de él”. 

¿De qué mundo hemos de huir?

Es fundamental que la iglesia, antes de asumir una condición de aislamiento de cara al “mundo malo”, se pregunte si en verdad la Biblia se refiere con esa tonalidad despectiva, a las personas que lo habitan. Por lo menos podríamos afirmar que, en un buen entendido no hay enseñanzas bíblicas concretas que promulguen esa concepción. Por ejemplo, en Rom. 6: 15 – 23 de lo que se manda a huir a los cristianos es del pecado del mundo y sus efectos nocivos, no de interrelación social con sus criaturas y del resto de su creación.   Por otro lado en Col. 1: 15 -17 se declara que Jesucristo es el primogénito de toda la creación y que todas las cosas fueron hechas en él y para él: tronos, dominios, principados y potestades; ¿hay razón para adoptar una postura gnóstica o maniquea y afirmar que toda esa creación de indefectiblemente mala? Pensar de esa manera, ¿no será tocar a Dios con las manos sucias?

En las Sagradas Escrituras el concepto de mundo (Kosmos) tiene connotaciones muy diferentes de acuerdo al contexto en que se inserta.  En algunos casos se señala a el atuendo de las personas (I Pedro 3:3); en otros, se refiere al universo como la suma de todas las cosas creadas (Col. 1: 16 -17); en otros apunta a mundo de los habitantes que son receptores, aunque no siempre perceptores, del mensaje de Dios (Rom. 1:8).

Es posible que el señalamiento que llama más a la confusión, sea aquel que invita a huir del mundo (I Juan 5:19; Santiago 1:17; I Cor. 7:31). No obstante, ¿A qué se refiere el texto cuando expone esta directriz?.  En este contexto,  mundo (kosmos) hace referencia al sistema organizado del paganismo que se desarrolla en rebelión contra Dios, es la estructura de poder que promueve la injusticia la idolatría y la muerte. De ese mundo, sí hay que tomar distancia, porque cualquier identificación, por parte de la iglesia, con una corriente de destrucción moral, espiritual, ecológica, propia de la lógica necrómana del mundo, sería entendida como una actitud pecaminosa.  No obstante, la iglesia aún en el escenario más negativo que el mundo le presente, debe involucrarse para producir una metamorfosis de vida a través de su Espíritu, cumpliendo así con lo más fundamental de la misión que es transformar la realidad de injusticia  en una nueva sociedad neutralizando la lógica de este siglo malo. (I Cor. 2: 6)                      

El recurso del diálogo

De cara a la Misión y dando por sentado que Dios sí está interactuando en el mundo, es la iglesia la que tiene que tomar la iniciativa para el diálogo. Entiéndase diálogo, no juicio, porque señalar y condenar, es lo que la iglesia ha hecho tradicionalmente con el mundo, situación que ha provocado un distanciamiento tanto existencial como teológico. La animadversión de un sector de la iglesia con respecto al mundo queda evidente en la liturgia. Algunos cantos, predicaciones, y oraciones; son una muestra fehaciente de que lo que la iglesia desea no es transformar la sociedad sino escapar de ella.  Veámoslo en el siguiente canto:

    “aunque en esta vida yo tenga tristezas se que

                            allá en la gloria tengo una mansión…

                            más allá del sol, más allá del sol,  yo tengo un

                            hogar ,hogar bello hogar  más allá del sol…”

 

Si bien es cierto que la iglesia debe vivir en la esperanza de la nueva creación, no por eso debe desear escapar de la realidad y despreciar al mundo y conceptuarlo solamente como pasto de las llamas del infierno. Contrariamente, debe ser un desafío que, de alguna manera,  transformará también a la iglesia y la acercará aún más a una interacción más franca con el mundo, en donde la predicación y la enseñanza cada vez será menos imprecatoria y más impregnada de esperanza.

 

El diálogo, pues, implica completa apertura y confianza, porque solo así puede escucharse realmente y puede haber un real encuentro de la significación y el entendimiento. Es una relación recíproca en la que cada cual experimenta al otro y esa mutua comunicación es un modo de hablar y responder por el cual cada uno es informado y aprende. Por y en ese encuentro personal somos capacitados para llegar a ser personas cabalmente responsables.  (Davis pág. 34).

Para entender más fehacientemente esta situación citamos el mejor ejemplo, proveniente del mismo Jesús. En  S. Juan 4 en donde se da el encuentro con la mujer de Samaria, se rompen todos los esquemas de distanciamiento y convencionalismo propio de los maestros judíos. Después de una dura jornada de caminar y dialogar con gentes diversas, Jesús llega al pozo de Siquém en Samaria. En ese momento está solo porque sus discípulos ha ido al pueblo a comparar alimentos. Sentado junto al pozo de Jacob se encuentra con una mujer que ha llegado a extraer agua del pozo. Interesantemente Jesús comienza el diálogo dejando ver una necesidad propia y reconociendo que la solución a su problema está en manos de la desconocida. Jesús no ignoraba que su interlocutora fuera samaritana, no obstante, no solo se acercó a ella sino que le pidió de beber. Tomando en cuenta el desprecio que los judíos sentían por el pueblo samaritano, lo actuado por Jesús era una verdadera osadía, no solo era una samaritana, era una mujer y, como si fuera poco era de una moral cuestionada. Cuando se ahonda en el diálogo y Jesús le deja ver que su sabiduría era la de un maestro, los papeles se invierten y la mujer pasa a solicitar a Jesús le dé una dosis del agua de la vida. Esta es una verdadera reciprocidad conversacional de dos entes que reconocen que se necesitan mutuamente.

Este ejemplo de Jesús dinamita los conceptos tradicionales que manejan algunos creyentes a la hora de  evangelizar. Algunos hermanos que no dialogan cuando comparten su fe; contrariamente, lo que producen es un monólogo en donde lo primero que se presupone es que el otro u otra no tienen nada bueno que compartir y por lo tanto lo único que necesita es escuchar la el monologo precocido que ellos llevan.

La iglesia debe aprender a mirar al mundo con una actitud de dialogo no de juicio condenatorio. En las más de las veces, la iglesia se aprecia a sí misma como “el arca de Noé” y, desde esa perspectiva, considera al mundo como el objeto de la ira de Dios y no de su amor. Es el síndrome de Jonás: les advierto y espero con ardor que lo que les dije se cumpla  (Jonás 4).   La preocupación de la iglesia no es solo anunciar que Cristo es la respuesta. Es disponerse a escuchar cuál es la pregunta, quién pregunta, desde que realidad pregunta, por qué pregunta y  cuál es su expectativa sobre la respuesta (S. Juan 4:1-42).  El diálogo de la iglesia con el mundo debe ser un nosotros – ustedes pero dejando que el ustedes= mundo, sea un interlocutor real que no solo existe, sino que tiene algo que decir, más aún, tiene algo que dar.

Davies hace mención del pensamiento de la escritora Mónica Furlong que, refiriéndose al concepto equívoco que la iglesia tiene de sí misma afirma:

“Uno de los aspectos menos atractivos del cristianismo organizado es su arrogancia, su ciega certidumbre de que lo que dice y hace está bien y no soporta otro punto de vista diferente” (Pág. 43).

Visto de esa manera, lo que tenemos es una comunidad que solo se escucha a sí misma y sus elucubraciones son monológalas no dialogales. El diálogo implica: confianza mutua, encuentro, interacción, entendimiento, reciprocidad; aspectos que tenemos que aprehender para poder escuchar al otro/a, nuestro interlocutor en la evangelización.

 

El peligro de reducir la eclesiología a una mera eclesiolatría   

Ya hemos dicho que la iglesia es un segmento del mundo, siendo su principal distinción el hecho de que es el segmento que acepta y vive el señorío de Cristo.

Siendo que la iglesia es un grupo de personas que a través de la fe en Cristo se han constituido en comunidades confesantes, una eclesiología sana y adecuada le es inherente por su misma naturaleza, como marco referencial para entender y vivir su fe.   El peligro consiste en asumir que la iglesia es el centro de la preocupación de Dios y único instrumento con el cual Él puede comunicarse con el mundo. Esta pretensión no es eclesiología sino eclesiolatría. Esta distorsión implica absolutizar a la iglesia como institución convirtiéndola en sustituto mediatizador del encuentro de Dios con el mundo.

Misión versus proselitismo

La esencia de la misión es la proclamación del mensaje redentor de Jesucristo, lo cual tiene como objetivo primordial el establecimiento del Shalom de Dios en la creación.       La iglesia como institución o sea, como organización en el aquí y en el ahora, entiende implícitamente, aunque en el discurso lo niegue, que la evangelización  tiene la pretensión de aumentar la membrecía de su congregación. Los Bautistas evangelizan para aumentar el número de asistentes a sus congregaciones no las de los Metodistas, Pentecostales u otros.  A esta práctica, que en corrillos se le califica como “la ley del embudo” se le debe conocer mejor como proselitismo no como evangelización. La diferencia es sustancial, el proselitismo intenta no solo uniformar a las personas dejando de lado el derecho a la libertad, sino uniformar la acción de Dios en el mundo reduciéndola a una mera doctrina con una visión unilateral y una interpretación sesgada y particular.

La  agenda para la misión la pone el mundo no la iglesia

La iglesia debe aprender que su actividad misionera es centrífuga no centrípeta. En otras palabras el desdoble de la acción misionera debe responder a la problemática del mundo (Hacia afuera) no a los intereses de la comunidad de fe (hacia adentro).  Muchos de los sermones y actividades de la iglesia están centrados en la sobrevivencia del ghetto no en la resolución de los problemas del entorno social. La agenda de la iglesia hay que leerla en el mundo, de tal manera que ésta debe responder a: la desintegración familiar, a la pobreza, resultante de la mala repartición de la riqueza, a la desigualdad de género, a la drogadicción y alcoholismo, al abandono y desprecio de los adultos mayores, al maltrato de los niños, a la violencia intrafamiliar, a la violencia social etc. etc. etc; problemas todos que aporta el mundo y que deben ser la preocupación primordial de la misión. Es de cara a esa problemática que se teje la agenda de la Misión  y no de una preocupación por la sobrevivencia, a secas de la institución u organización. Davis hace siete críticas a esa actitud de la iglesia:

1.      Que la idea de extensión de la iglesia pasa por una preocupación más denominacional que misiológica. O sea el acto primero es el crecimiento numérico de la agrupación local o en su defecto, de otra congregación del mismo tipo u organización.

 

2.      Que el concepto localista hace creer a la iglesia que la acción de Dios se determina por la “fortaleza” de la comunidad de fe local. Esto crea una tensión entre el “ya” y el “todavía no”. Esto pone en el tapete el concepto de Reino de Dios. Los que enfatizan el “ya” tiende a identificar a la iglesia con el Reino de Dios. Los que enfatizan el “todavía no” minimizan a la iglesia como primicia de ese reino.

 

3.      Que la iglesia ha equivocado el concepto sobre sí misma. En el caso de la elección del antiguo Israel, éste había sido para la promoción de la vida del mundo, pero ellos creyeron que dios había creado el mundo para Israel.    El caso de la iglesia es similar. Al igual que el nuevo Israel, la iglesia se ha entendido a sí misma como el centro de la preocupación de Dios, por eso ve al mundo no como la preocupación de Dios sino como lo totalmente ajeno e indefectiblemente perdido.

 

4.      La iglesia debe entender que su misión no es garantizar su sobrevivencia, sino encarar su muerte mientras se dedica a su llamado, por cuanto es el único camino para vivir su resurrección.  La iglesia debe identificarse con el grano de trigo, que para vivir, debe primero caer a la tierra y morir, esto es abandonar su ensimismamiento y supervivencia y vivir para el proyecto de Dios. (Juan 12:24). En palabras del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer:  “La figura del crucificado invalida toda idea que pretenda tomar como norma el éxito”  Pretender el éxito y determinarlo por los números es sub-apreciar el triunfo de Cristo el cual se dio a través de su sacrificio, en la casi total soledad de la Cruz.

 

5.      La planificación en exceso, de las actividades que la iglesia realiza, en ocasiones se tornan tan complicadas que el éxito se lo endosan a su exhaustiva metodología no a la acción del Espíritu Santo. No hemos de  olvidar que, quien convence al mundo de pecado de justicia y de juicio (S. Juan 16:8) es el Espíritu Santo no los planes de la iglesia por mejores que éstos sean.

 

6.      La excesiva preocupación de la iglesia por su establecimiento y seguridad en el “más acá” choca con la actividad de Dios, ya que ésta es más bien un movimiento que recrea la nueva vida, no una plataforma religiosa que,  en peor de los casos, puede correr el riesgo de impedir la acción de Dios en el mundo.

 

7.      El impedimento para que la iglesia sea efectiva en el cumplimiento de la misión es su excesivo ensimismamiento, que se manifiesta en su incesante actitud monologa. Se dice que si un país piensa y habla solo de sí mismo está comportándose de manera reprensible y fallando en sus relaciones con el resto del mundo.

 

Tercer resumen de lectura.

EVANGELIZACIÓN Y  CONTEXTO

Orlando Costas.  Evangelización contextual, (fundamentos teológicos y pastorales)

Aunque la evangelización no es la única tarea de la iglesia cristiana, sin duda es una de las responsabilidades más importantes de ésta y a su vez es plataforma para el desarrollo de sus otras tareas. La evangelización es la actividad de la iglesia que proclama la fe en Jesucristo. Sin la presencia de esta fe, se afecta profundamente una de las actividades más fundamentales de la comunidad eclesial, la celebración del culto. “Sin fe no puede haber comunidad eclesial, sin evangelización no hay misión cristiana” (Costas pág. 13 ).

 

Fe y Evangelio

        La presencia y desarrollo de la fe está íntimamente ligada a la predicación del Evangelio, pero ésta no surge automáticamente con el solo esfuerzo humano a través de la predicación, en tanto que ésta es un don de Dios (Efesios 2:8).  La práctica de la fe es el camino que nos muestra el interés de Dios en que aprendamos a confiar en Él, y a vivir en plenitud. El logro práctico de esta confluencia nos permite conocer al Dios trinitario, en tanto que la presencia del Espíritu, resultante de la fe, nos ayuda a experimentar al Dios de la creación y al Cristo de la redención. En síntesis, la fe hace posible que conozcamos a Dios, hagamos de Cristo nuestro ejemplo y seamos consolados y orientados por su Espíritu.

La fe como compromiso

Acercándonos más al evento experiencial de la conversión, descubrimos que la fe no es una donación para el enriquecimiento egoísta o para vivir una espiritualidad etérea. La fe es para compartirla y el hecho de hacerlo, nos convoca al compromiso con el proyecto del Reino de Dios en Jesucristo. En ese sentido, la fe no es ni remotamente  un atestado de doctrinas o conocimientos que se alojan en el intelecto, sino una vivencia que requiere del entendimiento como su vehículo de transporte. La fe nos enseña a mirar en retrospectiva lo que Dios ha hecho en el devenir de la historia. Primero se reveló a Israel y le dio la tarea de contribuir con el proyecto de darlo a conocer en el mundo. Posteriormente, se reveló en Jesucristo para  vivir y convivir   al lado de sus seguidores; más tarde, llama a la iglesia a participar con Él en la Misión. 

Costas afirma su tesis recogiendo el pensamiento de  José María González Ruiz:    

“verdaderamente, la fe es lo único que salva. Pero la fe no es solamente la profesión oral de un credo determinado; la fe es ya de suyo una obra, la de hacerse cargo del hermano…la fe… es… toda una praxis comprometida… La praxis del amor fraterno, con todas las consecuencias gloriosas y dolorosas de la auténtica promoción humana. Desde esa praxis del amor al prójimo… (brilla) el rostro de Dios…” (pág. 16).  

La fe, por tanto, no puede estar separada del compromiso con el prójimo al que Dios también ama y quiere liberar.                                                  

La fe como testimonio.

La fe, proveniente de la aceptación del Evangelio y su respectiva germinación en el corazón del hombre y la mujer, desata el testimonio verbal y vivencial en el creyente. En ese sentido, la fe no puede ser una experiencia privada o etérea, debe ser un compromiso con la transformación de la humanidad. En otras palabras, la proclamación debe tener una connotación social concreta en donde la Buena Nueva de Dios quede reflejada, tanto en palabras como en ejemplos de vida nueva.  No obstante, la predicación no es un producto del portador/ra del mensaje, sino de Dios, quien ha preparado la salvación de todos los seres humanos desde la eternidad a través del evangelio (Efesios 1:4 y 2:10) Los efectos producidos por la fe no pueden pasar desapercibidos frente a la sociedad. Para que ésta sea conocida por el otro y la otra, debe necesariamente pasar por el anuncio, la proclamación por la voz u otros recursos del quehacer humano. El anuncio de la fe debe ser contestatario a una determinada situación, la cual se desea transformar. La fe por lo tanto impulsa al creyente al señalamiento de una determinada situación de pecado.

Testimonio y contexto

La predicación no es un discurso a histórico, es un mensaje que se inserta en la realidad histórico-social, político-económica y geográfica cultural, tanto del vocero como del interlocutor. El evangelista D. T. Niles de Sri Lanka expresó: “La evangelización es como un mendigo compartiendo con otro donde ambos pueden encontrar pan”.  En la mente del predicador de marras, tanto el que comparte como el que recibe son igualmente necesitados del continuo alimento de la Palabra. Esto choca con la problemática de aquellos que, sabiéndose ricos de dinero, nunca podrían entender lo que el pan significa para el mendigo. Pero, el creyente que ha encontrado en Cristo el Pan de la Vida, sabe que tanto lo necesita el mendigo para saciar su hambre, como lo necesita él mismo, para continuar disfrutando de la porción de cada día.  De allí que es muy importante que los portadores del Evangélio no sean entes circunstanciales de una determinada situación humana del interlocutor, sino personas que, no solo viven el contexto sino también lo entienden. Como dice el autor ubicándose en el papel de los heraldos:

“… Vivimos la angustia de un mundo quebrantado por las clases sociales y los grupos raciales, antagonismos generacionales, acciones opresivas de un sexo sobre el otro, conflictos ideológicos, barreras culturales y convicciones religiosas. En fin somos parte de un mundo de pecadores y víctimas del pecado”.

En el evento de la evangelización, el creyente comparte el mensaje de Dios desde la perspectiva de la Biblia y a la vez “su propio mensaje” a partir de su experiencia vivencial. El testimonio de la fe clava sus estacas en un contexto concreto de situaciones económicas, políticas, culturales, religiosas etc. Se expresa también en una dinámica de relaciones interpersonales de un segmento perteneciente  a una determinada sociedad. Si nuestro interlocutor es una persona pobre que requiere de pan, esperanza y reivindicación; el evangelio debe responder a esa problemática concreta, por lo tanto no debe ser espiritualizado, debe venir con el pan en la mano. Si, por otro lado, es una persona rica, el evangelio tiene disposiciones que necesariamente deben tocar sus problemática concreta. El evangelio respondió tanto a Zaqueo como al paralítico de la puesta La Hermosa.

Evangelización e interpelación divina.

A partir del principio de que “no nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor…” (II Cor. 4:5), lo fundamental es entender que, en la predicación del evangelio, es Dios el que interpela por la acción de su Espíritu (S. Juan 16:8), no nuestros argumentos o nuestro arte para convencer, por mejor intencionado que éste sea. Este aspecto es lo que le da sentido al evangelio de Juan. Para el que la acción histórica de Israel como vocero de su proyecto de salvación fue importante. No obstante, en la persona de su hijo decidió venir a interactuar con el mundo de una manera más fehaciente, más humana, en donde el mundo no solo conocería una referencia acerca de Dios,  sino que ese conocimiento fuera más concreto en la persona de su hijo Jesucristo (S. juan 1:14).  También el autor de la carta a los Hebreos, lo reafirma:

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas,  en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo” (1:1-2)

                      

Así, se puede afirmar que si la encarnación es el punto de llegada del propósito de Dios, es el punto de partida de la comunicación, porque sin encarnación tampoco habría evangelización. 

El Dios de la encarnación no es un Dios supra-cultural que posea un lenguaje universal y trate con sus interlocutores como una “masa homogénea”. Antes bien, es un Dios que siempre se contextualiza en la particularidad histórica, cultural y social de cada ser humano… Costas, pag.21.

Por la fuerza de la “Kénosis” * y el principio de justicia reivindicativa, ese Dios preferenció a los desaventajados de la sociedad (Los pobres) como objetivo primordial de su identificación con la humanidad convirtiéndose a sí mismo en el ejemplo macro con su encarnación.

Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,  el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.   Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (Fil. 2: 5-8).

 

Este pasaje, junto a II Cor. 8: 9: - … Jesucristo se hizo pobre, para que nosotros con su pobreza fuésemos enriquecidos-… es quizás la prueba más cumbre de la intencionalidad divina de venir a morar con los más necesitados. Costas hace mención de la letra del canto nicaragüense llamado la “misa campesina” para actualizar y darle un sentido contemporáneo al anonadamiento por amor que se hizo real en Jesús de Nazareth.

                                               Vos sos el Dios de los pobres,

el Dios humano y sencillo,

el Dios que suda en la calle,

el Dios de rostro curtido.

Por eso es que te hablo yo,

así como habla mi pueblo,

porque sos el Dios obrero,

el Cristo trabajador… vos sos…

 

 

 * (El vaciamiento divino) de Jesucristo. Es posible que, en ese tema, el pasaje más profundamente teológico de toda la Biblia se encuentre en Filipenses 2:5-11.

Evangelización y praxis cristiana

Si ya se afirmó que la evangelización no se da fuera del ámbito de una acción divina continuada y particularmente comprometida con los desaventajados de la sociedad, tampoco es posible que se dé fuera del compromiso concreto de aquellas y aquellos que asumen la tarea. Ya vimos también que la evangelización trasciende al discurso, por mejor elaborado que este sea, y asume insoslayablemente el decurso de la vida.              El hombre o la mujer que se precie de ser un heraldo del evangelio, debe manifestarlo con evidencias concretas de su compromiso con los valores del Reino de Dios. Bien lo afirma el apóstol Pablo:  “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”  (I Cor. 4;20). 

Ahora bien, ese poder del que habla Pablo, no es una capacidad introspectiva del individuo que se desdobla para masajear su ego. Este es un poder testimonial, sacrificial en donde la búsqueda y rescate del otro/otra, se constituye en la razón de ser del vocero del evangelio. Por otro lado, tampoco se reduce al simple señalamiento de los problemas del mundo, cual si se estuviere fuera de él, sino al compromiso con su transformación desde la más crasa vivencialidad.

Traer a Jesús a un individuo no se logra solo en el plano de la declaración de la buena noticia, hay que ir más allá, al acompañamiento del proceso de la nueva criatura en Cristo. Es comenzar desde donde está el individuo, en su ser y quehacer, ya sea como victimario o como víctima del pecado y constituirse en compañero/ra de camino hasta alcanzar victoria. Es emular a Andrés que halló primero a su hermano Pedro, le compartió su testimonio “hemos hallado al Mesías”  y lo condujo a Jesús (Juan 1:41).  

En palabras del autor:

“…Tal situación constituye un punto de referencia fundamental en la evangelización. La comunicación del evangelio presupone una base humana común y un mismo pasaje de gracia liberadora. De ahí que sea un testimonio personal y social y tenga como primer exigencia el compartimiento de la realidad humana vivida y sufrida” (Costas, pág. 25).

 

 

 

*Este resumen contempla el contenido de la página 13 a la pág. 26 del libro de Costas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


publicado a la‎(s)‎ 31 dic 2010, 14:53 por Federación Asoc Bautistas   [ actualizado el 31 dic 2010, 15:08 ]


FERMENTOS DE AYER QUE SIGUEN VIGENTES HOY

publicado a la‎(s)‎ 30 dic 2010, 21:18 por Federación Asoc Bautistas   [ actualizado el 31 dic 2010, 14:41 ]

Con motivo de la celebración de la Reforma Protestante por parte de las                           

iglesias miembros de la Federación de Asociaciones Bautistas de Costa Rica

Octubre 2010

 

Revdo. Johnny Saborío C.

Ministro ejecutivo de la FABCR

 

INTRODUCCIÓN

Una mirada retrospectiva a la historia de los bautistas nos confronta con diversas teorías en cuanto al origen de la denominación. Dicen algunos: Nuestro fundador es Jesús de Nazareth porque nuestra doctrina surge de su enseñanza. Otros afirman que la base de nuestras creencias es anterior al surgimiento del catolicismo y el papado o sea, que fuimos protestantes antes de la Reforma y antes de Martín Lutero en tanto que  nuestras raíces brotaron en los movimientos puritanos pre-reformistas" Otros dicen: "Comenzamos con Juan Smith en 1608."

¿De dónde venimos los bautistas? ¿Qué aspectos de nuestra identidad fueron afectados por la Reforma Protestante de Martín Lutero?. ¿Desde qué fecha se relata la historia bautista?.  Todas estas  preguntas  merecen una respuesta, no solo certera, sino respetuosa de las normas de la historiografía investigativa.  ¿Cuándo comienza la sucesión histórica de las iglesias bautistas que forman parte de la denominación en el día de hoy?. En realidad independientemente del génesis de la denominación, el desarrollo de la misma, tanto en Europa como en el nuevo mundo, no se dio a solas. Aún siendo recalcitrante con el origen pre-reformista, hemos de aceptar que en nuestro devenir histórico hay una huella muy importante aportada por la Reforma Protestante ya que de ella somos co-herederos al igual que otras denominaciones protestantes.

En la segunda epístola del apóstol Pedro, se registra una expresión que es propia de la constante preocupación del maestro por la profundidad y  vigencia de la enseñanza  impartida. Este dijo:

“ … Tengo por justo, en tanto que esté en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro señor Jesucristo me ha declarado.

También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de éstas cosas”                                                   II Pedro 1: 13 -15

 

 A primera vista parece que las palabras del apóstol denotaban la profunda preocupación del maestro por la necesidad de retomar constantemente, con la comunidad, las bases de lo aprendido en su estancia con Jesús.

Independientemente de la veracidad de una enseñanza, posiblemente la fuerza de su pertinencia descanse en la constante repetición de sus contenidos. No hablamos de la repetición mecánica en cuanto  tal,  sino del aprendizaje significativo, el cual  se da, cuando la información que se proporciona al individuo se integra firmemente a su estructura cognitiva y construye significados cada vez más refinados y con ello, amplía su percepción del mundo.  Es posible que los pilares principales de La Reforma Protestante hayan sido parcialmente olvidados por un sector de aquellos/as  que, en diferentes momentos de la historia, a partir del siglo XV y XVI  hemos sido los herederos de un esfuerzo que cambió el rostro de la historia, no solo en lo religioso sino en lo social y, porqué no decirlo, hasta en lo económico y lo político.

Se atribuye a Calvino la expresión “la iglesia reformada siempre reformándose”. Siendo ésta una noción que afirmaba la urgencia de revisar constantemente los logros alcanzados por los reformadores, no tenía la pretensión de ser solo el resumen de un discurso.   De una manera diferente a como lo expresó Pedro, posiblemente esa era la preocupación principal de Lutero, Calvino, Zwinglio, Müntzer y otros. No era justo que los esfuerzos realizados por éstos, tanto anteriores como posteriores de clavar  el 31 de octubre del año 1517  las 95 tesis en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittemberg,  se perdieran en la historia, permitiendo que la iglesia cristiana volviera a caer presa del error, abandonando de nuevo las bases teológicas y los desafíos éticos que La Reforma postuló.

UNA MIRADA RETRO E INTROSPECTIVA.

Hoy los bautistas estamos de nuevo convocados a la revisión y afirmación de la influencia que la Reforma ha tenido en nuestro devenir histórico como denominación.  Así, de un gran abanico de creencias, todas éstas importantes en nuestra identidad, para los efectos de esta reflexión tomaremos los siguientes:     

  

ü La importancia de las Escrituras, como plataforma de nuestra enseñanza y,  como afirman nuestros postulados doctrinales, como texto de fe y práctica.   

ü La vigencia de la fe, como único camino para llegar a Dios y entender nuestra responsabilidad en el más acá,  

ü La Sola Gracia como donación divina para alcanzar el perdón y la valoración del amor incondicional de dios para con su pueblo.

ü La libertad cristiana como escudo para no caer presas de la manipulación de la nueva mercadología religiosa.  

ü El Sacerdocio Universal de todos los Creyentes como criterio y convicción de nuestro derecho a acercarnos a Dios en plena igualdad, junto a todos los hermanos/as sin la necrómana mediación de endiosados intermediarios.

 

1.    La importancia de volver de nuevo a las Sagradas Escrituras                   (Sola Scriptura)

 

Hace algunos años escuché decir a un líder evangélico pastor de una  iglesia considerada líder en los nuevos movimientos de las llamadas Mega iglesias lo siguiente: 

“Si alguien llega a mi iglesia con la pretensión de escuchar un mensaje bíblico, se equivocó de lugar, esa etapa ya la hemos superado, hoy estamos ya en la dimensión del Espíritu”

¿Podemos decir los herederos de La Reforma que la lectura y reflexión de las Sagradas Escrituras es una etapa superada?  Esa pregunta posiblemente se contestaría ad portas con un NO rotundo, pero es válido preguntarnos, ¿es esa una afirmación que surge de la convicción o es solamente la retórica propia del conservadurismo evangélico?

Es posible que hoy muchos de los llamados pastores y profetas no entenderían la afirmación de Lutero en la dieta de Worms cuando dijo:  “Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios… no puedo ni quiero retractarme de nada respecto a mis afirmaciones, porque no puedo ir en contra de ella, que Dios me ayude.

 Juan Stam afirma que hoy algunos mal llamados pastores evangélicos han adoptado de nuevo las posiciones dogmáticas contra las que Lutero lucho. “hoy se han levantado nuevos herejes que al igual que los judeocristianos de Galacia han vuelto al legalismo antievangélico y antibíblico. Y reitera: ser bíblico es ser mentalmente libre, abierto y crítico. No se puede ser bíblico y seguir siendo cerrado y dogmático”

 

2.    La importancia de la fe  (la sola fide)

Hemos llegado a un momento de la historia en el que la fe como certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve” ha perdido vigencia. La sociedad posmoderna solo afirma como certeza lo que es fundamentalmente tangible y que a la larga contribuye al cumplimiento de los requerimientos patológicos del Hedonismo y Narcicismo rampante que domina la conciencia de los nuevos seudo-creyentes. La afirmación del escritor de la Carta a los Hebreos dice:

…pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,  y que es galardonador de los que le buscan. (11:6).  Hoy para muchos, la fe que dimensiona y afirma la esperanza ha quedado relegada, en tanto que los galardones que buscan son los reconocimientos de este mundo (poder, fama, autoridad, dinero, placer).  Más aún, la nueva “liturgia” ha contribuido en gran manera a que la esperanza de un mañana glorioso con Cristo en la dimensión de una nueva humanidad, haya terminado siendo solo una afirmación del dogma religioso, ya que los nuevos cánticos son carentes de una sana teología y una adecuada fundamentación bíblica.

 

3.    La importancia de la Gracia (la sola gratia)

El descubrimiento de la gracia salvadora de Dios en Cristo no solo fue para  Lutero un instrumento para desvestir el disfraz que estaba detrás del negocio de las indulgencias;  fue la apertura de la “caja de Pandora” que Dios había reservado desde el principio para el disfrute de su pueblo.   Pablo afirma:

…porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto

 no es de vosotros, pues don de Dios;  no por obras, para

que nadie se gloríe” (Efesios 2:8).

Hoy, el pueblo cristiano evangélico está siendo bombardeado con una nueva y muy efectiva metodología para la venta de indulgencias por parte de los nuevos mercaderes de la fe. Ésta, se disfraza de un positivismo triunfalista que promete más de lo que compromete. El discurso es: “Siembre tanta cantidad de dólares y su vida será prosperada”. En contra de la afirmación paulina de que las buenas obras son el resultado de la obediencia a un plan prefijado por Dios (Efesios 2:10), los nuevos motivadores del púlpito ven en las obras – esto es ofrendas en efectivo y mejor si es en dólares- una forma de manipular la distorsionada fe de los incautos que caen fácilmente presos de su depredación.

 

4.    La libertad cristiana

En contra de la manipulación prevaleciente en el contexto religioso de los reformadores el tema de la libertad cristiana se convierte en el instrumento de reivindicación para los pueblos apaleados por los intereses mezquinos de una iglesia que los consideraba como un producto de mercado.

 La necesidad de huir de los legalismos dogmáticos de la dominante iglesia, acercó a Lutero al descubrimiento de la libertad como bastión para la renovación de la fe de los creyentes. La carta a los Gálatas es, entre otras cosas, particularmente un tratado sobre la libertad cristiana.  Pablo afirma:     “Estad, pues,  firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. (Gálatas 5:1).  En contexto paulino el asunto estaba relacionado con la circuncisión y la dogmática de los judaizantes, en el contexto de los reformadores era la manipulación del clero en beneficio de los mega-proyectos de construcción de los palacios y catedrales de Roma entre otros privilegios relativos al clero.  Cabe la pregunta, ¿Cuál es hoy la intencionalidad del discurso direccionado a los y las creyentes que atenta contra la libertad en Cristo?. No será lo fácil que resulta la  manipulación de las masas que paulatinamente van siendo sumidas en el error. Si los creyentes no disfrutan de la libertad en Cristo, se convierten en presas fáciles de los chacales religiosos modernos.

 

5.    El sacerdocio universal de todos los creyentes.

Finalmente, la libertad cristiana se expresa plenamente en la doctrina del sacerdocio universal de todos los hijos e hijas de Dios. En contra del clericalismo manipulador de la conciencia de los y las creyentes surge el derecho dispuesto por Dios para que sus hijos tuvieran acceso a él  en cualquier oportunidad que lo necesitara. La afirmación de Pedro, clásica para darle sustentación a esta doctrina dice:

                           …”Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,

 nación santa, pueblo adquirido por Dios”… (IPedro2:9).

El esfuerzo de Lutero y sus subsecuentes copartícipes en la llamada Reforma protestante, sigue hoy vigente. La iglesia cristiana debe seguir en el proceso que detonó el 31 de octubre de 1516, pues hoy ésta sigue amenazada por la mercadología religiosa y la capacidad circense y actoral de algunos seudo- pastores que sigue esclavizando a los creyentes, convirtiéndolos en carne de cultivo para el falso neo- cristianismo que responde a los intereses de una sociedad enferma de religión pero ayuna de Dios. Hoy los creyentes cristianos debemos redescubrir el privilegio dado por Cristo del disfrute de  nuestra amplia y generosa entrada al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16).

 

CONCLUSIÓN

 

Retomando la historia de la denominación bautista, independientemente de las discusiones al tenor de las diversas teorías sobre nuestro génesis, hoy nos vemos abocados a reasumir la responsabilidad de ser fermentos del Reino de Dios en nuestro entorno. No es aceptando las modas religiosas de nuestro tiempo, ni mirando hacia otro lado cuando otros lo hacen cual si el problema no fuera nuestro. Es asumiendo la tarea de anunciar los valores del Reino de Dios y denunciando los antivalores de la mercadología religiosa imperante, como lograremos nuestro cometido. Es aceptando con donaire el privilegio de ser partícipes del proyecto misional de Dios para con el mundo.

Hemos de volver la mirada a La Palabra para que siga encarándonos con la verdad de Dios y así podamos descubrir la falsedad de nuestras propias verdades. Por otro lado, hemos de retomar de nuevo una liturgia que afirme la vida, la propia y la de los otros /as. Debemos de nuevo revisar nuestros cantos, algunos de los cuales se ha convertido en un entretenimiento alienante sin sentido teológico, solo direccionados a entretener y de paso, maltratar el tímpano con los estridentes sonidos de uno que otro desafinado instrumento.

Al igual que en el siglo XVI hoy debemos de nuevo revisar nuestras creencias y estructuras y preguntarnos si estamos dando la tonada a las verdaderas necesidades de la sociedad o solo somos un címbalo que retiñe. La Escritura dice:

 

“Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, juez de vivos y muertos, que ha de venir y reinar,  aconsejando, siempre con   paciencia y dejando una doctrina.  Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención;" cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia  puros cuentos.  Por eso debes estar siempre alerta. No hagas caso de      tus propias penas, dedícate a tu trabajo de evangelizador, cumple bien tu ministerio”

 II Tim.4:1-5

publicado a la‎(s)‎ 30 dic 2010, 21:16 por Federación Asoc Bautistas   [ actualizado el 3 ene 2011, 17:38 ]


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publicado a la‎(s)‎ 19 oct 2009, 13:40 por Usuario desconocido   [ actualizado el 31 dic 2010, 14:36 por Federación Asoc Bautistas ]


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